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«Anhelo» de Martha Jiménez

Hoy viernes 2 de julio, en la galería del Palacio Lombillo quedó abierta al público la exposición «Anhelo» de la escultora y ceramista camagüeyana Martha Jiménez. La muestra permanecerá abierta durante el mes de julio y principios de agosto cuando nuevamente las familias cubanas podrán disfrutar del programa cultural Rutas y Andares, de la Oficina del Historiador de la Ciudad.

La Casa del Conde de Lombillo ubicado en el Centro Histórico de La Habana, exactamente en la Plaza de la Catedral esquina a Empedrado, es un espacio singular; posee como elemento distintivo tres fachadas, valores patrimoniales excepcionales, las brisas y olores del mar le imprimen un halo especial y lo complementa, en esta ocasión,la presencia de la exposición pictórica y escultórica de la artista cubana Martha Jiménez Pérez.

Las palabras al catálogo brotaron de la sensibilidad de Argel Calcines, vínculo loable para presentar la muestra que lleva por título «Anhelo», enunciado preciso escogido por la autora para intercambiar con el observador desde sus nueve lienzos de gran formato realizados todos en técnica mixta y tres esculturas, de mediano formato, ejecutadas con la técnica cerámica esmaltada y metal.

Y justamente esta es una de las características de Martha: su capacidad de expresarse a partir de soportes diferentes validados por una hechura de una calidad encomiable pero sobre todo porque la artista ha sido siempre sabia en escoger los símbolos y figuraciones que, de forma resuelta el observador se comunica con sus mensajes. Obras abiertas a la interpretación de cada quien, que luego el observador se convierte a gusto en co-creador de cada una de las obras de la exposición, a la cual se hará referencia posteriormente.

Su laboriosidad inteligente le permitió el meritorio premio que la UNESCO en 1997 otorgó al “mejor conjunto de obras”, así como el premio UNEAC al Conjunto Escultórico Plaza del Carmen emplazado en la ciudad de Camagüey donde reside; la Segunda Bienal Internacional de Teapot Art Contemporáneo de Shangai en China premió dos vasijas de cerámicas como parte de un concurso a principios del año 2010. Ciertamente sus obras han sido expuestas en predios diversos a lo largo del país y allende los mares como República Dominicana, Francia, Estados Unidos, Canadá, México, Chile. Recientemente su obra fue invitada al evento Art Shanghai 2010, uno de los más importantes en Asia.

Martha es fruto de la primera graduación de Instructores de Artes en Ciudad de La Habana, en los primeros años de la década de 1970. Aún adolescente, sus manos comenzaron a incorporar obras diversas en temáticas, estilos y técnicas a la historia del arte cubano. El lenguaje pictórico predominó en estos años con un cromatismo rico en valores brillantes, sus títulos desde entonces se relacionaron con la literatura universal como por ejemplo: El regalo de Sofía, 1977, alusiva a la novela El siglo de las luces de Alejo Carpentier. (1)

Justamente en los meses finales del año 1981 creó un grupo de aficionados en la ciudad de Camagüey llamado Fidelio Ponce de León; allí multiplicó su talento en personas que dedicaron su tiempo libre en aprender y desarrollar sus habilidades artísticas, además de elevar su nivel de apreciación de las artes plásticas. Sus alumnos ganaron premios en el entonces sólido movimiento de aficionados del país, muchos de los cuales hoy son artistas profesionales, otros sin abandonar sus profesiones otras, cultivan diversas técnicas aprendidas de su maestra, el resto continúan en este grupo que arriba a los 29 años, redimensionados con otras pautas conforme a las exigencias del contexto.

En el ámbito de los años 80 las manos de Martha distinguieron otras expresiones, otros soportes: el barro. Junto a otros artistas de la ciudad imprimió a la cerámica un perfil estético de relevancia nacional y también en otras latitudes. A partir de entonces, aún en la actualidad, su imaginación se despliega preferentemente en un diálogo coherente entre lo pictórico y lo escultórico.

Sus gordas y mestizas caribeñas, de visibles herencias fisonómicas y culturales africanas, desde los años 90 comenzaron a bogar mar profundo. Signos del primer giro estético en relación con el conjunto de obras anteriores. Sus mensajes son múltiples, pero sólidos en una identidad de género de la región del Caribe. Son mujeres gruesas, de anchas caderas, voluminosos senos y labios carnosos, aún en su trasgresión como código estético en este contexto, son elegantes, ligeras, sensuales, chismosas ¿por qué no?, pero a su vez sostén y horcón de la familia que sobre sus hombros y espaldas se abre paso y, en no pocas ocasiones, su dimensión vigorosa empequeñece la imagen masculina. Mujeres sencillas, de pueblo, tangibles en cada barrio, con las que la artista se dio a conocer en un mercado del arte internacional exigente, que todavía le solicitan con estos símbolos.

En ese sentido de signos nuevos, en la exposición: «Conjuros del pez», en 2006, incorporó a sus mujeres-símbolos nuevos rasgos étnicos que indexan a mestizas de herencias hispánicas. Obras como Leda y el cisne, Rapto y Carrusel, apuntan a esas caribeñas de mucho tejido adiposo, de labios finos y nariz aguileña. Ciertamente sin proponérselo, desde una perspectiva antropológica muestra una diversidad propia del mosaico cultural del Caribe, pues en ocasiones se asoman encendidos ojos rasgados recordando el perfil asiático que nos acompaña. Por otra parte, el dibujo se impuso, emergió en su paleta colores sepias, ocres, los verdes y azules de armonías tonales en claves bajas. De modo que, se hicieron porosas las fronteras entre lo pictórico y el dibujo coloreado. La fuerza expresiva gravita en las líneas, en los símbolos universales, como el pez y su espina dorsal, el arlequín, el bote y las ruedas. En su sencillez aparente logra relacionar códigos que incitan al observador adentrarse en un mundo también onírico, imaginario, mitológico…, un neobarroco caribeño.

Las cerámicas escultóricas de la exposición antes referida, todas cubiertas con engobe y esmalte también marcaron un giro conceptual, la relación entre las figuraciones penetran en universo único y sutil. Y es que la artista comenzó a sustituir fragmentos anatómicos por espinas de peces, por cofias del triste arlequín, para lograr efectos de sentidos. También en ocasiones cercenó extremidades y, en otras se multiplican estas últimas, sin otro referente del cuerpo. Martha con resortes cotidianos nos lleva de la mirada a un pensamiento inteligente y comprometido. Esta línea de pensamiento estético lo ha ido cultivando con creces.

A propósito de su maestría como ceramista, el intelectual Miguel Barnet, presidente de la UNEAC, en su reciente visita a la Ciudad de los Tinajones, escribió: «No te engañes nunca espectador, las figuras de carne y hueso no siempre son tan humanas, a veces el barro lo es más, sino detente ante las piezas de Martha Jiménez, que lo ennoblecen todo, porque la belleza es lo único que garantiza la condición humana». (2) Condición humana que se enriquece cuando Marta reúne todos los sábados a los niños de la comunidad de la Plaza del Carmen y sus alrededores, en su ya laureado taller de creación y apreciación Pincel con alma de beso. Y es precisamente, por este trabajo plural y sostenido en sus valores conceptuales y estéticos, que la comunidad le profesa a la artista sencilla y también a su arista instructiva un cariño sincero.

En esta oportunidad especial, la comunidad y transeúntes de la Plaza de la Catedral en La Habana, justo en el Palacio Lombillo, tienen el privilegio de ser testigos de las primicias del nacimiento de un lenguaje simbólico nuevo en la trayectoria artística de Martha Jiménez. La exposición «Anhelo» asume como hilo conductor a la máquina de coser y sus aditamentos, instrumento presente en casi todos los hogares tradicionales cubanos y del mundo, icono de lo doméstico, elevado a un plano estético y simbólico. La mujer/ máquina de coser, en esta muestra se incorpora entonces en su dimensión conceptual, en el contexto contemporáneo de las artes plásticas del país.

Me gustaría destacar dentro del conjunto de la exposición la obra titulada Nubia. Es una pintura con fuerte presencia del dibujo, que se destaca por su interdiscursividad, el título nos remite al poema «Abdala» de José Martí. Las figuraciones, la utilización de los símbolos como la máquina de coser, herramienta desde la cual se provee a la familia; la presencia de la mujer como hacedora de obras nobles y junto a ella o, mejor dicho, en ella misma el hogar nuclear y extendido hacia la nación advertido por los colores de la insignia nacional; nos trasmite en su conjunto una añoranza infinita por el pasado familiar ya terminado, por el presente que lo ha heredado, aun en ejecución y, por la forja de un futuro desde prácticas endogámicas del hogar-nación.

Si Nubia nos remite a lo privativo de cada cual que observa la obra, por otra parte la obra ¿A dónde vamos, Señor? pues es una vínculo de saberes, capas sociales, quehaceres, olores, sabores, y un criollismo de un regusto único en Martha. Es un bazar de tipos populares, en sus afanes, de aquí para allá, buscando… ¿encontrarán?, otros enajenados por completo de la realidad, imbuidos en sus lecturas, pensamientos, sueños, decepciones, nostalgias, es… un andar Cuba en el que nos observamos.

Predominan los colores trabajados en matices sepias y pinceladas de otros valores como verdes, rojos cuando así lo ameritan, ejemplo de ello la obra Tentación. Ciertamente en ese halo cromático están las esculturas, la obra Hacia adentro, realizada en cerámica esmaltada y metal, posee una factura distinguida. Se establece un extrañamiento entre el título y la obra, porque la primera referencia que nos trasmite es de éxodo, por los signos visuales de bote y remos, aunque anclados, sin embargo, el título nos convoca a un recorrido hacia una intimidad reflexiva, a un viaje a los orígenes, rico en valores.

En ese sentido de trasgresión, en la denotación–connotación, está la obra Desposada, realizada en la técnica de cerámica esmaltada, donde la presencia del velo en el rostro, los senos descubiertos, y el detalle del pisa costura —dispositivo indispensable de la máquina de coser— justo en el borde de uno de los pezones, permiten realizar al observador lecturas sucesivas, en tanto sustento, dolor, pujanza, paciencia, tras el velo de la subordinación aparente.

Ciertamente, la exposición «Anhelo» de la artista Martha Jiménez, en el Palacio Lombillo, lo invita a una conversación de delicadas insinuaciones desde los lienzos y el barro.

Notas:

1 Realizada con técnica mixta sobre cartulina, 60 x 41 cm. En 1975 realizó la obra Imagen de una flor, (óleo sobre tela) 95 x 62 cm.
2 Palabras escritas por Miguel Barnet, en la Galería taller de la artista, el 5 de junio del 2010.

Por: Kezia Zabrina Henry Knight. 
Especialista de la Oficina de Patrimonio Cultural Oficina del Historiador de la Ciudad Camagüey
Julio de 2010.